Bondage es una novela transgresora, oscura y provocadora que explora los límites del deseo, del poder y del cuerpo dentro de un mundo distópico marcado por el declive ético, la violencia estructural y la alienación emocional. En este texto, Alberte Momán despliega una narración cruda y simbólica que reflexiona sobre la sumisión, la libertad, la perversión y la pulsión de muerte en una sociedad donde los vínculos humanos están atravesados por el dominio y el deterioro.
El protagonista es un traficante de una droga revolucionaria, el S2, distribuida a través del suero de leche, capaz de transformar emocionalmente a los consumidores hasta convertirlos en seres dóciles, felices y funcionales dentro de una sociedad rota. Esta sustancia es el eje narrativo y metafórico de la novela: representa tanto una solución a la desesperanza como un mecanismo de control que perpetúa la opresión. La contradicción entre su uso terapéutico y su aplicación coercitiva constituye uno de los grandes dilemas éticos del relato.
La relación del protagonista con su pareja —una mujer dominante, sadomasoquista y violenta— es otro de los pilares narrativos. Su vínculo está marcado por el fetichismo, la humillación, la tortura erótica y la ausencia de afecto genuino. Ella encarna una figura poderosa, enigmática, que somete y anula emocionalmente a su pareja, y cuya presencia se vuelve fantasmagórica, simbólica y omnipresente. La sexualidad, en Bondage, está desligada del placer y se convierte en territorio de lucha, dolor, sometimiento y reafirmación identitaria.
La novela se estructura en escenas breves pero intensas, muchas de ellas de tono alucinatorio, como los sueños del protagonista en su viaje forzado hacia Ryugu, un asteroide convertido en campo de trabajo. El descenso literal y simbólico hacia ese mundo subterráneo y artificial es también una caída en el sinsentido, en la deshumanización total. La novela despliega así una crítica feroz al capitalismo avanzado, que no solo controla los cuerpos sino que coloniza las emociones, la memoria y el deseo.
En el último tramo de la novela, el “programa” de modificación humana mediante el S2 da un giro aún más inquietante: los trabajadores convertidos en autómatas, desprovistos de emociones, incapaces de distinguir entre deseo y hábito, entre necesidad y repetición. La novela cierra con una reflexión angustiante sobre la pérdida de sentido: incluso el sexo, convertido en acto mecánico sin placer ni conexión, se presenta como un residuo inútil de una humanidad ya extinguida.
El estilo de Momán es provocador, lleno de imágenes explícitas, metáforas políticas y un humor negro que no deja espacio para la indiferencia. La prosa combina lo poético con lo sucio, lo filosófico con lo pornográfico, lo distópico con lo íntimo. Bondage no es una lectura cómoda ni complaciente; es un texto que incomoda, remueve y exige una toma de postura.
En resumen, Bondage es una novela radical y visionaria que disecciona con brutal precisión las formas modernas de esclavitud emocional, laboral y sexual. Un retrato lúcido de un mundo donde la libertad se simula y el dolor se institucionaliza.