RESEÑA CRÍTICA DE CANÍBAL DE ALBERTE MOMÁN (Contiene información sensible)

 



Caníbal (M Editora, 2023) es una obra inclasificable, ferozmente lúcida y perturbadora, en la que Alberte Momán da un paso más en su ya consolidada trayectoria de experimentación narrativa. Si en obras anteriores como Raro o Lapamán el autor gallego había desarrollado tramas fragmentarias pobladas de personajes en fuga, en esta breve pero contundente novela profundiza en un universo alegórico donde la distopía social y el realismo visceral convergen en una crítica demoledora a los sistemas de opresión y a la banalización de la violencia.

La protagonista de Caníbal es Olivia, una trabajadora precaria atrapada en un presente distorsionado y alienante, donde los animales antropomorfizados han adquirido derechos civiles y comparten con los humanos las estructuras de trabajo, explotación y marginalidad. La humanidad, antaño especie dominante, se ve ahora desplazada hacia un estatus ambivalente, degradado por su propio legado de violencia y subordinación. En este nuevo orden, la aparente igualdad entre especies es un espejismo que Momán descompone con precisión quirúrgica, revelando las grietas de un sistema que sigue reproduciendo la jerarquía, el abuso y la mercantilización de la vida.

La novela se estructura en tres partes, cada una de las cuales va intensificando el tono de la narración hasta desembocar en un desenlace brutal, que cierra el círculo de una protagonista arrastrada por la maquinaria deshumanizadora del sistema. Desde la primera página, Momán lanza al lector a un espacio inquietante, saturado de sordidez física y simbólica. En el arranque, Olivia orina en unos baños públicos sucios, iluminados de forma intermitente, y se cruza con un visón parlante que lame el inodoro como parte de su trabajo de limpieza. Esta escena inicial, cargada de imágenes escatológicas, condensa los elementos claves de la obra: la fusión entre lo humano y lo animal, el trabajo como forma de degradación, la vigilancia constante, la pérdida de agencia.

Lo grotesco y lo kafkiano conviven en la narración con momentos de profunda introspección. Olivia no es una heroína ni una víctima idealizada, sino una figura atravesada por el cansancio, la frustración, el deseo y la culpa. Su relación con los animales —desde la zarigüeya que trabaja como asistenta doméstica hasta la nutria que le cocina en un bar— se mueve entre el paternalismo, la desconfianza y la violencia latente. En este sentido, Momán traza un retrato complejo de la subjetividad postmoderna, marcada por el colapso de la solidaridad y la mercantilización de todos los vínculos, incluso los afectivos. Olivia se relaciona con los demás a través de transacciones —sexuales, económicas, laborales— y su vínculo con el mundo está mediado por el cansancio estructural que impregna todos los niveles de su existencia.

Uno de los grandes logros de la novela es la forma en que Alberte Momán articula su crítica social sin caer en el panfleto ni en la alegoría evidente. La distopía que construye está plagada de detalles concretos y situaciones cotidianas: el trabajo en una planta cárnica, las dinámicas de clase entre especies, los residuos emocionales del sistema productivo. El autor no necesita explicaciones extensas sobre el mundo que ha creado; basta con mostrarlo desde la mirada desencantada de Olivia, que lo habita sin asombro, como si ya no quedara nada por desvelar. Esta normalización de lo absurdo —que recuerda por momentos a autores como George Saunders o incluso a Michel Houellebecq— otorga a la novela un tono profundamente perturbador, porque lo monstruoso ya no es excepcional, sino la base misma de la vida diaria.

El punto de inflexión llega cuando Olivia descubre, casi por azar, una red de procesamiento ilegal de carne “local” —un eufemismo que esconde la utilización de cuerpos humanos para su consumo— en las instalaciones clandestinas de su empresa. Esta revelación no es solo el clímax argumental, sino el núcleo simbólico de la obra. En una sociedad donde la carne se ha convertido en la última mercancía, el canibalismo es la culminación lógica del capitalismo devorador, una metáfora que Momán lleva hasta sus últimas consecuencias. La imagen de Olivia triturada junto a otros cuerpos, convertida en alimento anónimo para la maquinaria social, cierra el texto con una contundencia política y poética abrumadora.

La elección de una prosa directa, cargada de frases cortas, ritmo sincopado y un léxico que oscila entre lo vulgar y lo lírico, refuerza la potencia del relato. La narración se ve salpicada de marcas musicales —Captain Beefheart, Neil Sedaka, Otis Clay— que funcionan como contrapunto emocional a la violencia subyacente. Esta banda sonora del desencanto acompaña los movimientos de Olivia como un eco de su disolución paulatina, subrayando la sensación de un tiempo detenido en el colapso.

Formalmente, Caníbal es también un ejercicio de contención narrativa. Con apenas un centenar de páginas, la novela condensa una densidad simbólica y temática que pocas obras logran en tan poco espacio. El texto no pierde el tiempo en explicaciones innecesarias: el mundo, como el cuerpo de Olivia, ya ha sido desmembrado, y lo que queda es la contemplación lúcida del abismo. Cada escena —desde el bar regentado por una nutria hasta la planta de triturado de cadáveres— se construye con una precisión casi cinematográfica, que deja en el lector una impresión duradera de incomodidad y asombro.

Pero lo más inquietante de Caníbal no es su representación distópica del mundo, sino su capacidad para hacernos ver que esa distopía ya habita entre nosotros. La violencia estructural, la precariedad como norma, la banalización del dolor, el aislamiento emocional, la estetización de la muerte: todos estos elementos no son fantasías futuristas, sino partes constitutivas de nuestras sociedades contemporáneas. Momán nos enfrenta a esa verdad con una honestidad brutal, sin concesiones a la esperanza ni a la redención. Olivia, como símbolo de la humanidad cansada y derrotada, no encuentra salida porque el sistema no la contempla. Su muerte no es una excepción, sino la regla silenciosa que garantiza la continuidad del orden.

En conclusión, Caníbal es una obra imprescindible dentro del panorama narrativo ibérico actual. Alberte Momán ha conseguido aquí uno de sus textos más radicales, oscuros y brillantes, donde la crítica social se encarna en una ficción distorsionada pero inquietantemente reconocible. Con esta novela, el autor no solo confirma su capacidad para renovar los lenguajes narrativos, sino que ofrece un retrato demoledor del mundo que habitamos: un sistema que, literalmente, nos devora desde dentro.