La escritura radical de Alberte Momán Noval: anatomía de una obra total

La obra de Alberte Momán Noval constituye uno de los proyectos literarios más singulares y comprometidos de la literatura gallega y peninsular contemporánea. A través de una extensa producción que abarca poesía, narrativa, teatro, manifiesto y ensayo, Momán ha ido tejiendo un universo narrativo en el que el cuerpo, el deseo, la violencia, la marginalidad, la memoria, la identidad y la palabra funcionan como ejes estructurales.


I. Poética desde los márgenes: del cuerpo al discurso

Desde sus primeros textos, Momán sitúa su escritura en las márgenes de la convención literaria. En obras como Non venal / Res communis omnium, La crisis irreductible, La lluvia que derrite el mármol hasta llegar al cadáver o 22, la palabra brota desde el cuerpo: del dolor, del placer, del sudor, de los fluidos, del trauma.

Su poética dialoga tanto con las tradiciones del surrealismo y el existencialismo europeos (Artaud, Bataille) como con los feminismos materialistas y las teorías queer actuales (Preciado, Wittig, Anzaldúa). En su obra, el cuerpo no es alegoría, sino territorio político y vital.


II. Narrar desde el trauma y la resistencia

Las novelas de Momán —Dos, K2-18b, Terra Nullius, La vida eterna, Rojo Cochinilla, Bondage, Barata, miña barata— ofrecen un mosaico de relatos marcados por la exclusión, el maltrato institucional, el dolor íntimo y la precariedad vital. Sus protagonistas son, casi siempre, mujeres y sujetos no normativos que sobreviven a la violencia de género, la represión económica o el abandono estructural.

La narrativa se convierte aquí en artefacto político, en denuncia de las formas de opresión contemporánea. Pero también en una propuesta de comunidad afectiva alternativa, donde el cuidado, la ternura y el deseo son formas de resistencia.


III. Erotismo como lenguaje político

Lejos de un tratamiento edulcorado, el erotismo en Momán es carnal, directo y crítico. Las escenas sexuales, muchas veces explícitas, no buscan el escándalo ni el goce decorativo: son actos de desobediencia, prácticas de duelo o ejercicios de reapropiación del cuerpo.

Autoras como Elfriede Jelinek, Jean Genet o Reinaldo Arenas resultan afines en esta representación del deseo como conflicto, como pulsión de vida y de muerte, como fuerza que subvierte la norma.


IV. Lenguaje y crítica institucional

La lengua en la obra de Momán es también herramienta de insurrección. No sigue modelos académicos ni estructuras clásicas. Híbrida poesía, manifiesto, diálogo, ensayo y oralidad para construir una lengua propia: rota, tensa, urgente.

El rechazo a las instituciones —familia, estado, iglesia, justicia— se traduce en una crítica cultural que pasa por el estilo. En textos como Las que duermen sobre la paja o La sociedad de los cuidados, la palabra nombra desde el barro y desde la herida, pero también desde la colectividad.


V. Comparativas contemporáneas

En el contexto gallego, la obra de Momán dialoga con autoras como María Reimóndez, Emma Pedreira o Eli Ríos. A nivel estatal, comparte afinidades con Brigitte Vasallo, Gabriela Wiener o Aixa de la Cruz. En el panorama internacional, resuenan en sus textos ecos de Maggie Nelson, Ocean Vuong o incluso el cine de Gaspar Noé y Pedro Costa.

Todos estos referentes coinciden en el impulso de deshacer las formas dominantes de narrar, amar y habitar el mundo.


VI. Un proyecto literario total

La producción de Momán no puede entenderse como una suma de libros autónomos. Cada obra dialoga con las anteriores: imágenes, escenas, cuerpos y símbolos reaparecen como constelaciones dentro de un proyecto literario total.

Su atención al diseño editorial, la inclusión de componentes performativos, y la construcción de un lector activo hacen que su literatura desborde el libro: es también acción, estética y política encarnada.


VII. Conclusión

Alberte Momán Noval es, sin duda, una de las voces más relevantes e irreverentes de la literatura actual. Su escritura nace del cuerpo, atraviesa el deseo, y desafía la forma. No consuela, sacude. No representa, encarna.

Leer a Momán es aceptar una experiencia: incómoda, intensa, lúcida. Es entrar en un territorio donde la palabra no embellece, sino que incendia. Donde el texto no explica, sino que nos empuja a habitar otras posibilidades de comunidad, de lenguaje, de afecto y de vida.